Primero, debemos considerar los datos entregados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cuales arrojan que cada año 1 de cada 10 personas se enferma a causa de alimentos contaminados. Estos datos excluyen a las personas que contraen enfermedades de este tipo y no asisten a constatar dicha enfermedad a centros de salud, por lo que se estima que el número puede aumentar incluso tres veces más si consideramos a esta parte de la población.

A las enfermedades causadas por alimentos contaminados, ya sea por contaminantes químicos, físicos o biológicos como virus, parásitos o bacterias, se les denomina ETA o Enfermedades de Transmisión Alimentaria. Sus síntomas pueden manifestarse a partir de una hora después de la ingesta del alimento contaminado. Estos síntomas pueden variar entre:

- Fiebre

- Vómitos

- Diarrea

- Dolor abdominal

- Ictericia (color amarillento en la piel y los ojos)

Según registros, 420.000 personas al año mueren a causa de una ETA, siendo un tercio de ellas niños menores de cinco años. El resto de afectados en su mayoría son: adultos de la tercera edad, pacientes inmunodeprimidos y niños menores de cinco años.

Entregar alimentos inocuos es un deber.

Es un derecho del consumidor recibir alimentos inocuos.

Los alimentos producidos desde la granja/huerta al plato no deben ser causa de enfermedades o representar amenazas a la salud de los consumidores, es por eso que producir alimentos inocuos es un deber, de otro modo estamos atentando contra el derecho de consumir alimentos inocuos de cada persona.  

El producto, a lo largo de toda la cadena alimentaria, tiene actores responsables de su manejo, a estas personas las llamamos manipuladores de alimentos.

¡Ojo! Todos podemos ser manipuladores de alimentos, no solo quienes se encuentran en la industria alimentaria. Cuando nos encargamos de estos productos en el hogar también tenemos la responsabilidad de cumplir con el deber de asegurar en todo momento su inocuidad, ya sea por nuestra salud o por la de los miembros de nuestra familia.

¿Cuándo sabemos que un alimento es inocuo?

Cuando puede darnos la garantía de que no hará daño a la salud.

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